El Pirineo, como todos los grandes macizos de montaña, escondió durante siglos la mayoría de sus secretos. Inaccesible durante gran parte del año, muchos de sus lugares conservaron intactos sus especies vegetales y animales, sus tradiciones, sus pueblos, su gente.
El aislamiento de la zona provocó que esta autonomía obligatoria se trasladase al ámbito de la salud y las curas físicas.
«Salvia, malva y valeriana de todo mal salva»
Hasta aproximadamente 1950-60, existieron en la zona generaciones de mujeres sabias y misteriosas que, cargadas con sus flores y hierbas, recorrían las casas, los pueblos o se instalaban en lo más profundo del bosque para preparar sus remedios. En esos momentos, sus actividades acarreaban el riesgo de alimentar, como así ocurrió en muchos casos, acusaciones de brujería y adoración al diablo. Eran Les Remeieres.
Leímos no hace mucho la explicación de a quién llamaban «bruja» en épocas pasadas… Dicen que las brujas eran mujeres fuertes, con voluntad propia, que el hombre no doblegaba, por eso se les retiraba de la sociedad y se las recluían en el bosque, para que con sus ideas no pudiesen contaminar a las mujeres jóvenes; de hecho, muchas veces había grupos grandes de brujas en los bosques.
Poco a poco, la población del área fue desapareciendo, ya que, por un lado, las vías de comunicación hacían posible el éxodo de la población a zonas con más opciones de progreso, y por otro, la llegada de nuevas fuentes de negocio abrieron posibilidades a una tierra que durante mucho tiempo había sido olvidada.
Como olvidadas fueron la mayoría de estas mujeres, sus recetas, y hasta las hierbas y flores protagonistas de ellas, en vías de extinción en su propio hábitat natural. Esta es la tradición que queremos recuperar en Taüll Orgànics.